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Calidad del aire y principales contaminantes existentes

Publicado por S&P          junio 30, 2017          Lectura: 3 min.

De la misma forma que existe un interés y preocupación  por la calidad de los alimentos que ingerimos, cada vez más se pone de manifiesto la importancia que damos a la  calidad del aire que respiramos. Cuando hablamos de la calidad del aire podemos referirnos a la calidad general del aire libre atmosférico (aire exterior) o a la calidad del aire interior de las viviendas y edificios.

Lectura: 3 min.

La calidad del aire exterior

La calidad del aire atmosférico viene condicionada por la actividad humana, como por  ejemplo por la combustión de los hidrocarburos empleados en  el trasporte y en la calefacción, con las consiguientes  emisiones de contaminantes tales como el dióxido y monóxido de carbono, NOx, compuestos sulfurados y otros.  Es un tema a nivel mundial, de comportamiento colectivo en el que todos debemos contribuir a reducir las emanaciones nocivas.

 

La calidad del aire interior

Por contra, la calidad del aire interior es una cuestión que sí nos incumbe individualmente, depende únicamente de nosotros controlar y mejorar la calidad del aire interior de nuestras viviendas, oficinas, locales públicos, etc. Viene definida por la cantidad y concentración de contaminantes que contiene. Estos contaminantes puede ser de dos tipos: sólidos y gaseosos.

Contaminantes sólidos

Cuando hablamos de contaminantes sólidos del aire interior nos referimos a las partículas en suspensión que contiene el aire y que al respirarlo las ingresamos en nuestros pulmones con el consiguiente menoscabo de nuestra salud.  Estas partículas tienen varias procedencias: combustión de los motores diésel,  polvos levantados de la tierra por el viento, hollín, desechos orgánicos, etc. La dimensión de estas partículas se ha visto que es un parámetro muy importante a  la hora de considerar sus efectos sobre la salud humana: cuanto menor es su tamaño,  peores son para nuestra salud porque no son retenidas en las vías previas a los pulmones. Las partículas de mayor tamaño son retenidas por las mucosas de la nariz, tráquea o bronquios, pero las de menor  tamaño (PM 2,5 que significa de un diámetro inferior a 2,5 milésimas de milímetro) van directas a los alvéolos de los pulmones y de ahí a la sangre.  A mayor abundamiento estas de  menor tamaño suelen ser las más tóxicas (metales pesados).

Están más que demostrados los efectos dañinos para la salud de las partículas sólidas en suspensión en el aire que respiramos, por lo que es de gran  interés su eliminación que se consigue por medio de filtros. Así en las instalaciones de ventilación de doble flujo, se debe filtrar adecuadamente el aire de impulsión que, procedente del exterior, se introduce en el interior del local o vivienda en sustitución del aire de extracción.

Las normativas clasifican la calidad del aire interior en distintos grados (IDA en el caso del Reglamento de Instalaciones Térmicas de los Edificios en  España) y del aire exterior (ODA). En función del grado IDA  del aire exterior que tenemos y del grado ODA que deseamos  tener en el aire interior de nuestro local o vivienda, la normativa nos  define el grado de filtrado que debemos emplear.

Contaminantes gaseosos

Los principales contaminantes de tipo gaseoso que se generan el interior de los edificios con presencia humana son: dióxido de carbono producido por la respiración de las personas y animales, los compuestos volátiles orgánicos (VOC) procedentes  de las emanaciones corporales y de otras fuentes (productos de limpieza, perfumes, aerosoles, etc.), y formaldehídos que emanan del mobiliario, moquetas y otros abalorios.

La eliminación de estos contaminantes gaseosos, en algunos casos se puede realizar por medios químicos que absorben el contaminante por lo que el aire una vez “pasado”  por el descontaminante se puede recircular y no es necesario sustituirlo por aire exterior, es el caso de los VOC por ejemplo, sin embargo hay otros contaminantes como el dióxido de carbono, que no es posible eliminarlo por lo que la única manera de reducir su concentración es extraer el aire interior y sustituirlo por aire exterior. En definitiva: ventilar.  

Aunque no se puede considerar un contaminante, la humedad relativa del aire puede ser causa de incomodidad, bien sea por ser demasiado baja (causando sequedad de garganta) o por ser muy alta (dificultando la evaporación del sudor). Por ello es conveniente incluir el control de la humedad relativa en el concepto de calidad de aire.